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Análisis de un fracaso

La campaña de las elecciones presidenciales en Francia habría podido ser ocasión para un debate sobre el trotskismo, después de la revelación de la pertenencia a la OCI [1] de Lionel Jospin, Primer ministro – candidato. No lo fue porque el interesado hizo todo por ocultar su pasado en el seno de esa organización y porque el Partido de los Trabajadores (ex OCI), la Liga Comunista Revolucionaria y Lucha Obrera permanecieron a la defensiva.

Mentiras de Jospin

En 1995 algunos periodistas habían planteado la pregunta a Lionel Jospin, pero él negó rotundamente su militancia en la OCI, argumentando que lo confundían con su hermano. Reiteró su mentira hasta el martes 5 de junio de 2001 cuando, tras un artículo publicado en “Le Monde respondió a la pregunta de un diputado que lo increpaba diciendo: “Un periódico menciona su pertenencia hasta 1971 a la Organización comunista internacional, movimiento trotskista revolucionario y menciona relaciones que usted habría tenido con la OCI hasta 1981, a la vez que era miembro del Partido socialista. Si este compromiso existió, no era un compromiso de juventud: era un compromiso de la edad madura. Usted siempre negó esta pertenencia. Hoy las circunstancias nos hacen preguntarle si los hechos expuestos son exactos y, si es el caso, por qué razones los ocultó hasta ahora.” Lionel Jospin confesó a medias: “si es cierto que, en los años 60 mostré interés por las ideas trotskistas y entablé relaciones con una de las organizaciones de ese movimiento. Se trata, en ese caso, de un itinerario personal, intelectual y político del que no tengo por que sonrojarme, si es ésta la palabra que conviene.” Agregó “Con relación a este pensamiento, esos compromisos correspondieron más a encuentros intelectuales, a conversaciones privadas. No tengo pues arrepentimiento ni excusas qué formular. Encontré en esos contactos a algunos hombres notables y eso contribuyó a mi formación. Se plantea una segunda pregunta: ¿por qué no hablé de esto antes? Y bien, honestamente, señoras y señores diputados, porque creí que eso no interesaba a nadie.”

Victoria transformada en derrota

Ese debate público hace tanta más falta hoy, cuanto que esas tres organizaciones trotskistas (PT, LCR y LO) sumaron cerca de tres millones de votos el 21 de abril de 2002, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales (o sea, el doble que en 1995), mientras que Lionel Jospin perdió dos y medio millones. Por primera vez desde la exclusión de la Oposición de izquierda en 1927 y la liquidación de sus militantes por la burocracia staliniana (Trotski fue asesinado en agosto de 1940 en Coyoacán, México, por orden de Stalin), algunas organizaciones trotskistas no sólo tuvieron un éxito electoral en la democracia burguesa de un país desarrollado, sino que también ganaron tres veces más votos que el Partido Comunista Francés –último bastión staliniano en Europa.
 
Este acontecimiento, que hubiera podido ser capital en la historia del movimiento obrero internacional, fue prácticamente eludido por los comentadores y, sobre todo, fue deliberadamente marginado por aquellos mismos que acababan de lograr ese éxito. El silencio del PT y las declaraciones de la LCR y LO tuvieron por efecto transformar esta victoria en derrota. Cada organización, contabilizó cual un abarrotero sus propias voces, sin nunca reivindicar la totalidad de ellas, que era sin embargo el signo de una radicalización de 10% de los electores. Tres millones de trabajadores, desempleados, pobres y marginados utilizaron su papeleta para decir “No” a la derecha y a la izquierda gubernamental (PCF y PS) que habían traicionado, desde hace mucho tiempo, las esperanzas de un cambio político y social. Peor aún, LO se desolidarizó de aquéllos que habían preferido al joven cartero (Olivier Besancenot) sobre la jubilada del banco “Crédit Lyonnais” (Arlette Laguiller).
 
En la noche del 21 de abril, las organizaciones trotskistas, con la fuerza de un público que trascendía el resultado electoral, tenían los medios para convocar a los trabajadores, a los militantes del PCF, sacudidos por el retroceso histórico de su candidato (Robert Hue) y a los militantes del PS, aturdidos por la derrota de Lionel Jospin, con un llamado a boicotear la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Tenían la posibilidad de utilizar la televisión para hacer una declaración radical y decir que la clase obrera no tenía por qué participar en el duelo Chirac – Le Pen, ni por qué escoger entre el pillo y el fascista, y que no debía ayudar a la derecha para apoyar a Jacques Chirac en su empeño de 26 años para reconstruir la derecha sobre las ruinas del gaullismo.
 
La extrema izquierda trotskista tuvo la oportunidad histórica de pesar políticamente, pero no supo asumir su responsabilidad. La LCR llamó a votar por Jacques Chirac para, supuestamente, obstaculizar a Le Pen, cuando éste no tenía ninguna posibilidad de ganar. LO, por su lado, titubeó entre la abstención y el voto blanco, antes de dejar a cada trabajador decidir individualmente lo que tenía que hacer “en la soledad de la cabina electoral”. Activa y pasivamente, la LCR y LO contribuyeron al plebiscito en favor de Jacques Chirac.

Desaprobación política de los partidos

¿Cuál era la correlación de fuerzas el 21 de abril? La automática calificación de Jean-Marie Le Pen, (según la ley electoral únicamente contienden en la segunda vuelta los dos candidatos que obtuvieron más votos en la primera vuelta) encubrió el rotundo fracaso de todos los partidos representados en la Asamblea Nacional y el significativo crecimiento de la extrema izquierda trotskista.
 
Globalmente, la derecha representada por Jacques Chirac (RPR), François Bayrou (UDF) et Alain Madelin (DL) perdió tres millones de votos –respectivamente 680,000 para el RPR y 2.3 millones para la UDF y DL. Desde la perspectiva de un enfrentamiento Chirac - Jospin -anunciada anticipadamente por los medios de difusión sobre la base de encuestas de opinión- una parte del electorado de derecha se refugió en la abstención o se radicalizó hacia la extrema derecha. La izquierda llamada “plural” se pulverizó. Lionel Jospin (PS), que se felicitaba por un balance excepcional, fue masivamente desaprobado por 2.5 millones de electores. El PCF pagó su ausencia de perspectivas políticas al quedar fuera de una participación gubernamental y perdiendo 1.6 millones de votos. Una parte del electorado de izquierda se abstuvo o se radicalizó hacia la extrema izquierda.
 
La desaprobación masiva de todos los hombres políticos –de derecha como de izquierda– que compartieron el poder desde hace veinte años- se tradujo en una tasa de abstención récord (28.39%) -mientras que, paradójicamente, la multitud de candidaturas diversificaba la oferta política de los partidos- y en la radicalización de una parte significativa del electorado hacia la extrema derecha (13.20 %) y hacia la extrema izquierda (10.43 %). En total, los partidos parlamentarios, que representaban 60.49 % de los inscritos en 1995, no representan ya sino 45.76 % en 2002. Este desapego es el inicio de una crisis política que el resultado de la segunda vuelta amplificó de manera descomunal mediante el plebiscito en favor de Jacques Chirac el 5 de mayo, con un score de 82.15%, digno de una república bananera.
 
Serge LEFORT
20 de junio de 2002

Traducción : MTB de la UNAM, México

[1] Organización comunista international.

© Serge Lefort - Desde Coyoacán